martes, 17 de junio de 2008

El Economista


Manuel Belgrano estudió Latín y Filosofía en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires y abogacía en las Universidades de Salamanca y Valladolid. En Madrid se vinculó con conocidos economistas españoles que abrazaban las ideas fisiocráticas y clásicas de la época. Escribió numerosos artículos sobre economía entre los que sobresalen las Memorias sobre el estado de las Provincias.
El objetivo de estas líneas es sintetizar el pensamiento económico de Belgrano vinculado con la teoría del desarrollo económico que brotan por doquier en sus escritos.
En 1794 Belgrano regresa al país enriquecido no sólo con las enseñanzas de ilustres economistas españoles sino con el sólido conocimiento teórico de los fundadores de la economía política: Francois Quesnay (el Tableau Économique) y Adam Smith (la Riqueza de las Naciones). Posteriormente incorporará, en su madurez intelectual, las obras de Ricardo (Ensayos y Principios). Abrazó al liberalismo como filosofía económica, en oposición a las ideas convencionales y conservadoras entonces predominantes.
Belgrano fue un economista sistémico, es decir un pensador que concebía la economía como una ciencia que debía enmarcarse en el contexto político y sociocultural de la época, en permanente conexión con otras ramas del conocimiento científico-social. El progreso material, decía en sus Memorias, no se puede considerar como un compartimento estanco, aislado del socio-político y a éste desvinculado del progreso cultural. "Sin enseñanza persiste la ignorancia, sin educación, la barbarie. Para encauzarse en la senda del progreso lo que más urge, pues, es ampliar y diversificar los establecimientos educativos y formar al hombre moral".
Es fácil encontrar en los numerosos escritos de Belgrano una encendida defensa a las actividades agropecuarias y al libre comercio, estranguladas por las prácticas monopólicas ejercidas por los comerciantes del Río de la Plata y del Alto Perú, así como por la intermediación de la corona española, monopolio e intermediación que se apropiaba de gran parte del excedente económico generado en nuestro territorio.
Sin embargo, los escritos de Belgrano tenían un significado superior a las doctrinas de la fisiocracia y de los primeros clásicos de la economía política por sus aportes en relación a lo que él denominó desarrollo económico armónico y autónomo. Armónico, porque debía articular la prosperidad económica de la agricultura con el incipiente desarrollo de la industria, el comercio y las artes. Autónomo, en el sentido de la necesidad de romper los lazos económicos con la metrópolis española como intermediadora y receptora de riqueza. Para Belgrano, como así también para otros pensadores de la época, el comercio libre fue sinónimo de independencia política.
A partir de 1796 Belgrano escribe una serie de memorias económicas donde expresa con notable claridad y profundidad conceptual sus ideas de interdependencia de los distintos sectores de la economía, considerando a la agricultura como la actividad dinámica del sistema de producción y circulación de la riqueza. El sector productivo que tiene una posición de privilegio es la agricultura, "la madre fecunda que proporciona todas las materias primas que dan movimiento a la industria, al comercio y a las artes".
Un instrumento de difusión científica, esta vez dirigido a la población en general, lo constituyen los escritos económicos publicados en el periódico Correo de Comercio. Belgrano señala que persigue a través de ellos hacer conocer la importancia que tiene en el sistema económico la interrelación de las tres clases (labradores, artesanos y comerciantes), la necesidad de que "estén hermanadas y proceder a la par, porque la una sin la otra no es posible que logren más que unos adelantos efímeros". Fomentar la agricultura, animar la industria y proteger al comercio, fue su consigna.
La importancia de la productividad en los procesos económicos también aparece con frecuencia en sus escritos. La mayor productividad, decía, es resultado no sólo de la incorporación de nuevas técnicas en los instrumentos de producción, sino de una correcta división del trabajo y de la capacitación de gente industriosa. Esto último sólo puede alcanzarse mediante el fomento de la educación, respecto de la cual Belgrano fue un precursor. En 1795 recomienda la creación de una escuela de agricultura donde se enseñe el cultivo racional de la tierra. Sin embargo, el sueño del visionario se cristalizará, tardíamente, en 1889 con la creación de la Escuela Práctica de Agricultura en la Provincia de Buenos Aires y poco después con el Instituto Agronómico y Veterinario. La Universidad de Buenos Aires que había nacido en 1822, dos años después de la muerte de Belgrano, recién en 1904 incorpora la Facultad de Agronomía en su estructura académica.
Además, fue un precursor de lo que hoy se conoce con el nombre de ecodesarrollo: ecología agraria y agricultura sostenible.